Javier Fernández Panadero: «Quiero transmitir que puedes, en tu propia casa, entender y hacer tuyas la ciencia y la tecnología»

Por José Antonio Plaza, el 5 enero, 2024. Categoría(s): Entrevistas Naukas
Javier Fernández Panadero, en una de sus intervenciones en Naukas Bilbao, valiéndose de su ‘cacharrismo científico’ para divulgar ciencia (créditos: Naukas/BZP).

Javier Fernández Panadero es físico de formación, profesor de tecnología en educación secundaria de profesión y divulgador científico de devoción. Como buen docente, considera que la base para mejorar la cultura científica de la población es trabajar en el lugar por donde casi todos pasamos: el colegio. Una vez garantizados algunos conocimientos generales, necesarios para afrontar la vida con herramientas necesarias, es partidario de tomar un camino personal, en el que conocer y comprender la ciencia y la tecnología puede aportarnos más libertad para tomar decisiones.

Su filosofía de vida, trasladada a la educación y la divulgación científica, parte de buscar un bien común compartiendo conocimientos y soluciones, una teoría que todo el mundo aprueba, pero que no siempre es sencillo llevar a la práctica. La relación de Javier con la educación descansa sobre una triple vertiente: satisfacción por ayudar al crecimiento y la capacitación de las personas; desencuentro con un sistema que considera insuficiente para garantizar el éxito, y pelea por una defensa de derechos individuales y sociales que no puede entenderse sin cierto activismo.

Javier comparte vida, y manera de entenderla, con Gabriela Jorquera, con la que asegura compartir, entre otras muchas cosas, crecimiento personal y aprendizaje sociológico y humano. A su juicio, la queja es necesaria, siempre que vaya seguida de acciones capaces de lograr cambios, y cree que el mundo avanza a base de preguntar. Su manera de entender la ciencia y la tecnología es trasladarla a lugares comunes, a nuestro entorno más cercano, para comprenderla y hacer ver que ambas pueden facilitarnos la vida.

 

¿De dónde viene tu interés por la ciencia y la tecnología?

Mi familia era de clase trabajadora y mis padres siempre estuvieron preocupados por el conocimiento. Pusieron siempre mucho interés y esfuerzo en que desde pequeños leyéramos y estudiáramos. Soy el tercero de cuatro hermanos, hijo de militar y ama de casa. Vivíamos en un barrio humilde de Getafe, en Madrid. Allí he vivido siempre y allí sigo. Hice la Educación General Básica (EGB) casi entera en un colegio concertado, y luego Bachillerato y el Curso de Orientación Universitaria (COU) en un instituto público. Los tres hermanos mayores nos interesamos pronto por las Ciencias y tres de nosotros terminamos haciendo estudios científicos superiores. En mi caso, desde el colegio, siempre me gustaron mucho las matemáticas y las ciencias naturales.

¿Cómo llegaste a la carrera de Físicas, que es la que finalmente estudiaste?

Durante mucho tiempo pensé en hacer Medicina, pero me di cuenta de que quizá no tenía la dureza de carácter para ejercer como médico. Me cuesta asumir que, como médico, se pueden cometer errores, y para asumir que la gente se te puede morir. Justo al final decidí entrar en Físicas, porque me interesaban mucho más los porqués que las aplicaciones.

¿Te satisfizo la carrera? ¿No echaste de menos tu primera vocación?

Hice la cerrera en la Universidad Complutense, en Madrid. Empecé en 1990 y la acabé en 1995. Es duro salir de una vocación de largo tiempo, la verdad es que yo quería ser médico. No sé si Físicas me volvió loco de satisfacción, pero sí que a día de hoy volvería a hacer esa carrera. Siempre te quedas con ganas de más o de menos en algunos conocimientos, pero creo que acerté.

¿Por qué crees que es bueno conocer la Física y tener algunos conocimientos sobre ella?

La física es muy útil para la vida cotidiana. Estudiarla te permite mejorar la condición mental y la capacidad de comprender, abstraer y resolver problemas. A veces creemos que la ciencia no es útil porque no la conocemos, es algo que abordo en uno de mis libros de la serie La Ciencia para todos, Como Einstein por su casa. Podemos aplicar principios de la Física a la solución de problemas cotidianos. El primer beneficio es afilar nuestro instrumento de conocimiento: el cerebro.

No se puede abordar todo desde lo utilitarista, aunque la ciencia y su práctica sean útiles. ¿Utilitarismo para lograr vocación científica? No me interesan tanto las vocaciones como la cultura científica

¿Es la Física una ciencia especialmente útil para entender la vida?

En mayor o menor medida, todas las ciencias explican nuestro día a día. La Química, la Biología, las Matemáticas… También las aplicaciones tecnológicas, la Arquitectura, las Telecomunicaciones… Las Ciencias y la tecnología están por todas partes. La Física no es especial en ese sentido. Podemos vivir sin conocer, claro: puedes pasear por un bosque sin saber el nombre de ninguna planta y disfrutarlo. Pero el conocimiento nos da mayores niveles de disfrute, más profundos, que no te quitan la belleza pero que pueden aportarte aún más. Toda la Ciencia está por todas partes, no sólo la Física.

¿Qué rama de la Física te interesó más durante la carrera? ¿En qué querías especializarte?

Hice Física fundamental, una mezcla de física teórica y de materiales. Tenía asignaturas como Física del sólido y Magnetismo, y desde el principio me gustaba el estudio de lo fundamental, como la Cuántica, y estaba muy interesado en la Óptica como disciplina aplicada. Me hubiera gustado investigar en esos campos, pero cuando acabé la carrera tuve que coger otro camino.

¿Por qué?

Era una época bastante mala para poder doctorarse. Iba a tener que hipotecar cinco años sin saber qué iba a pasar, no contaba con becas porque no tenía un expediente académico excepcional, y para mi situación económica suponía pasar demasiado tiempo sin trabajar. Hacerme investigador en los ámbitos de la Física que me apasionaban habría sido mi elección, pero no siempre puedes elegir lo que quieres. La verdad es que la gente explica su vida según las decisiones que ha ido tomando, pero a mí siempre me gusta recordar cuánto influyen las cosas que pasan en tu vida. A mí, como a casi todo el mundo, me han pasado cosas que no siempre me han dejado elegir lo que quería.

¡Tacháaan! ¡Ciencia! Javier, el final de una de sus charlas en Naukas Bilbao. (créditos: Naukas/BZP) Naukas Bilbao!

 

¿Qué camino decidiste seguir?

Estuve un año colaborando esporádicamente con el Departamento de Óptica de la Complutense, con María Luisa Calvo, una profesora con la que tuve muy buena relación. Pasé bastante tiempo, en torno a un año, buscando trabajo con mi hermana, con la que hice la carrera y con la que tengo una relación muy estrecha. En Física te suelen valorar por unos conocimientos fuertes, generales, y luego te vas especializando, así que buscamos trabajo de las cosas más variadas. Calculo que me rechazaron unas 300.000 empresas…

Estuve a punto de entrar en una consultora con mi hermana, pero justo entonces me ofrecieron una plaza en un colegio como profesor. No era algo que me cogiera por sorpresa, porque ya había dado clases particulares durante ocho años. Lo hacía bien y me gustaba, y en ese momento elegí la docencia. Si me llegan a llamar del colegio sólo un poco más tarde, ya habría estado trabajando en la consultora, y allí me habría quedado.

¿De qué dabas clases? ¿Ya entonces te enfocaste en Tecnología, que es lo que más has impartido a lo largo de tu carrera?

El colegio que me ofreció la plaza, en el que empecé a trabajar, era justo en el que yo había estudiado de pequeño. Como de inicio en educación concertada a veces eres un chico para todo, di clases de Matemáticas, de Física y Química, y sobre todo de Tecnología, que era una asignatura nueva en la nueva ley que salió por entonces, la LOGSE. Estuve dando clases en ese colegio un par de años, y algunos años más tarde aprobé la oposición y entré como interino en un instituto público, en el que seguí centrado en dar clases de Tecnología.

Decidiste hacer un doctorado en Telecomunicaciones. ¿Qué considerabas que podía aportarte?

Hice el doctorado en Teleco a partir de mi segundo en el colegio público. La educación es una profesión muy bonita pero puede ser un pozo laboral, porque muchas veces la experiencia que acumulas no se valora en otros sitios. Hacer el doctorado me pareció una buena manera de tener más músculo técnico y de abrirme puertas para otro posible mercado laboral. El caso es que durante el doctorado tuve algunos desencuentros y la tesis que estaba haciendo, sobre teleeducación, se quedó para siempre en un cajón durmiendo el sueño de los justos.

Aun así, seguiste como profesor en el Instituto público…

Sí, pero al poco de hacer el doctorado surgió una oportunidad que podía hacer cambiado mi futuro. Una empresa privada extranjera me llamó para trabajar como físico en cuestiones ligadas a la óptica. No cogí el trabajo, pero no porque me pudiera mi vocación de docente, sino porque en el trabajo que me ofrecía esa empresa no veía una posibilidad clara de regresar luego a España. No tenía nada claro querer vivir fuera para siempre, así que rechacé la oferta. Si me hubieran dicho que en uno o dos años podía haber seguido en esa empresa, trabajando en una sucursal en España, me habría ido y habría dejado mi trabajo de docente, pero no fue el caso. De nuevo, la vida es lo que tú decides, pero partiendo de las cosas que te pasan.

“Sin una base de conocimiento las personas no tenemos una libertad real de elección. La falta de cultura científica limita nuestra libertad: si me das a elegir y no tengo información de calidad y conocimiento para hacerlo, esa libertad es algo ficticia»

¿Cómo explicarías en pocas palabras la asignatura de Tecnología que llevas tantos años impartiendo?

La tecnología ha cambiado muchas veces de currículum y de espíritu en muy pocos años. Se imparte en toda la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) e incluso en Bachillerato. Es un cajón de sastre en el que hablas de propiedades de la madera, construyes maquetas, das electrónica y programación, tocas las propiedades de los metales y las aleaciones, explicas tecnologías industriales… Ha ido cambiando mucho con los años porque cada legislación ha introducido cambios en la asignatura y sus contenidos. Cuando empecé, hace casi 30 años, hacíamos muchas cosas en talleres con madera; estos últimos años prima más la robótica, la electrónica y la programación. Aterrizar en el campo de la tecnología me ha obligado a formarme en muchos ámbitos de la ingeniería.

“Casi 30 años”. ¿Qué piensas de la enseñanza después de cerca de tres décadas dedicándote a ella?

Amo la enseñanza. Como antes he dicho, es una profesión preciosa, pero a veces las circunstancias, la legislación y la política, pueden convertirla en un entorno muy hostil. Puede ser un mundo cambiante, además. Por ejemplo, en el último año estoy dando clases en un centro educativo terapéutico, un centro de día al que van chavales con problema de salud mental que no pueden ir al Instituto. Nunca se sabe dónde vas a parar, pero sigo contento de mantenerme como docente después de tanto tiempo.

¿Qué significa para ti educar?

Muchas cosas. Por un lado está el crecimiento, ver florecer a la gente, mirar esos ojos o esa expresión cuando un chaval entiende algo finalmente y se da cuenta de que era relativamente sencillo, después de una hora sin pillarlo. Ese ver la vida con otra profundidad, entender lo que te rodea… Es estupendo ver cómo la gente, sobre todo los niños y las niñas, comprenden las cosas. Enseñar es a veces mostrar lo imposible, explicar un concepto abstracto que al final se comprende.

Luego, además del tema humano, está el aspecto laboral: poder capacitar a la gente para que tenga más opciones de ganarse la vida. Y finalmente está el aspecto que tiene que ver con lo que llamamos lucha de clases: ver que todo el mundo puede acceder al conocimiento por sofisticado que sea, y trabajar para que la hija del carnicero pueda no ser carnicera si quiere buscar otras opciones. Esto es algo que tiene que ver con la faceta pública de la educación y con la consecución de derechos fundamentales de las personas.

Javier Fernández Panadero, físico, profesor y divulgador, para servirles (créditos: Isabel Wagemann).

¿Es sencillo enseñar? ¿Hay alguna guía para hacerlo?

Cuando uno enseña no sueles partir de cero. Tenemos vicios cogidos que a veces pueden lastrar el conocimiento o llevarlo a lugares equivocados. Mi último libro –El viaje del conocimiento: caminando junto a la inteligencia artificial– va sobre ello, a veces estás ‘herrado’ y no sólo ‘errado’: estás equivocado y además eres tozudo en el error. Para enseñar hay que romper mitos, y no siempre es fácil. Incluso el arte se enseña y no es todo innato: hay talentos, pero casi no hay disciplinas innatas y todo es mejorable con la enseñanza. Enseñar es luchar contra lo preconcebido, y una de las maneras de hacerlo es abrir grieta, mostrar ejemplos que parecen irreconciliables.

Por ejemplo, crees que las estaciones se dan por la distancia con el sol. Vale, pero ¿cómo pueden ser diferentes en los distintos hemisferios? Aún no te he dicho cómo es esto, pero ya te he fastidiado porque parece que no lo puedes cuadrar. Se trata de romper mitos, de decir ‘tú cree esto, pero mira en realidad cómo es’. Una cosa que hago mucho es hacer un experimento con una bombilla sumergida en aceite. Como el aceite no conduce la electricidad, meto la bombilla, meto la mano y no me pasa nada. ¿Es que los líquidos no son conductores? Es un preconcepto. Hay una parte de enseñar que consiste en limpiar.

 

¿El saber no ocupa lugar?

Quizá te responda con un deje de ‘viejo’, pero hay que considerar el coste-oportunidad del conocimiento. La vida es limitada y hay que elegir cómo gastas tu tiempo, tus esfuerzos, tu dinero… Creo que sí hay un cuerpo de conocimientos fundamentales que debamos tener todas las personas. Podemos discutir sobre las fronteras, debatir si más de esto o menos de aquello, pero cosas como entender textos, saber expresarse, nociones básicas de cálculo… Son necesarias. Y tenemos una sociedad que incluye un aspecto puramente legal: obligamos a los chicos y las chicas a adquirir ciertos conocimientos.

¿Se trata de imponer una obligación para garantizar derechos?

Les hacemos estudiar en el colegio, les damos un derecho por obligación, sí. Pero es que los padres y los profesores somos garantes de sus derechos, aunque hagamos cosas en contra de su voluntad. Hay que garantizar el derecho a la educación de los niños y las niñas, esto está enlazado con derechos fundamentales. Sin una base de conocimiento las personas no tenemos una libertad real de elección. Dicho esto, más allá de los conocimientos base y de la obligatoriedad de la enseñanza básica, con el conocimiento y el aprendizaje allá cada cual: lo que más te guste. A partir de ahí defiendo la libertad. Tengo un texto, que se llama La zona intermedia, en el que defiendo que el mundo es una zona de juegos en la que debemos hacer un poco lo que queramos.

Hay una reflexión que haces a menudo en torno a los derechos de la infancia. Sueles comentar que los niños y niñas son ciudadanos con plenos derechos, y que en ocasiones lo olvidamos. ¿Qué quieres decir?

Siendo un poco demagogo, como buen tuitero, creo que nos molestan los derechos de los otros, así en general. Si una alumna tiene derecho a ver el examen que ha hecho y a ponerme pegas, igual es algo que me incomoda como profesor, que me trastoca, pero es que es su derecho. Los menores necesitan que sus derechos se cumplan, independientemente de cómo luchamos por los de las personas adultas. Las discusiones que afectan a los niños, y a derechos de otras personas y colectivos, como las jornadas partidas, suelen ser muy violentas y polémicas. ¿Pensamos en lo pedagógicamente mejor para los niños?

Te pongo un ejemplo recurrente en mi profesión. ¿Tiene un chaval que estar diez horas en el colegio? ¿Es pedagógicamente bueno para él, o es que los padres tienen un horario laboral horrible y no pueden estar con él? Incluso en el caso de que se considerase adecuada esa larga estancia, ¿tiene que ser un profesor quien haga esa jornada de diez horas? ¿Harían falta más docentes? ¿Otros profesionales? Muchas veces nos peleamos entre nosotros, estudiantes, padres, profesores, monitores, y nos quejamos en la “ventanilla” que no es. En esto influyen mucho las desigualdades socioeconómicas. Nos matamos entre nosotros sin llegar a soluciones.

Uniendo tus tres dedicaciones, ciencia, docencia y divulgación, ¿observas falta de cultura científica en España?

Sí, es algo que se puede ver en ese corpus de conocimientos básicos que antes comentaba, que creo que toda persona debe tener. La falta de cultura científica limita tu libertad: si me das a elegir y no tengo información de calidad y conocimiento para hacerlo, esa libertad es ficticia. Estamos en el mejor mundo de todos los que hemos vivido a lo largo de las épocas, pero es mejorable y no es bastante: como planeta y sociedad vamos mejorando, pero en absoluto es suficiente.

La solución está en la escuela, porque la divulgación es insuficiente: yo puedo escribir muchos libros, pero ¿por dónde pasamos todos en nuestra vida de manera prácticamente irremediable? Por el colegio. Ahí es donde hay que incidir. Dota de recursos a la educación, baja las ratios, etc., y tendrás un acceso a la cultura, también la científica, que no depende de otras cuestiones como la divulgación, sino de un sistema educativo robusto. Tenemos mejor cultura que la que tuvo la generación de mis padres, pero hace falta más. Parte de la solución es una escuela pública de calidad y bien dotada, porque insisto: por ahí va a pasar todo el mundo a lo largo de su vida.

La educación es una profesión muy bonita, preciosa, pero puede ser un pozo laboral. A veces, las circunstancias, la legislación y la política pueden convertirla en un entorno muy hostil

¿También nos falta pensamiento crítico? ¿Asumimos la información que nos llega sin filtro?

Este es un tema complejo. Lo que necesitamos como ciudadanos es acceso a conocimiento experto, más allá de tener espíritu crítico, y confianza en las personas que se valen del método científico para dar información. Es una suma de conocimiento experto, confianza en el método científico y acceso a buena información.

Pero luego vemos que nos engañan fácilmente y que no somos tan listos como creemos. Si alguien me dice que las antenas causan cáncer, ¿cómo le aplicas un pensamiento crítico a esto? Puedes detectar falacias formales, pero hay enunciados cuya veracidad sólo puedes contrastar con la naturaleza, de ahí nace el empirismo de la ciencia. Es bastante común caer el efecto Dunning-Krueger, hacer que la gente crea que es más hábil de lo que realmente es, lo que te puede hacer caer en bulos o mentiras. El nivel racional de nuestra sociedad se ve, por ejemplo, en la publicidad y nuestros mecanismos para vender: a la vista de la poca racionalidad de la publicidad, y de que es exitosa, puede deducirse que nuestro nivel racional es escaso. Muchas veces son cosas burdas, incluso estúpidas, las que nos llevan a comprar.

En este sentido, un tema que te preocupa especialmente son las pseudociencias. ¿Hasta qué punto son un problema grave?

La pseudociencia nos hace menos libres y, en el caso de las pseudoterapias, son un peligro para la salud pública. La falta de una formación fuerte en el colegio y la falta de cultura científica favorecen su expansión y nos hacen daño. Es un tema que he tratado este año en una obra de teatro que he estrenado, que tiene forma de alegato contra la pseudomedicina: Soy Jon y estoy muerto. Llega a Madrid el 4 de febrero.

¿“Pregunta, pregunta y pregunta” es un buen consejo?

Siempre hay que preguntar. Casi siempre hay alguien que tiene las respuestas adecuadas. Como hombre de ciencia intento transmitir a quién preguntar y a quién no: si tienes una enfermedad no preguntes a un homeópata, por ejemplo. Hablemos de todo, preguntemos de todo, porque muchas veces hay soluciones a nuestra mano. Lógicamente no siempre tenemos respuestas a mano, pero no debemos dejar de preguntar. Buscar y dar información ayuda, por ejemplo, a reducir el sufrimiento de personas que tienen un problema y no dan con la solución. Las mujeres premenopáusicas pueden ser un ejemplo: no siempre saben lo que les va a pasar, y no siempre se les da la información necesaria.

Otro ejemplo propio: yo, como mucha gente, tengo episodios de apnea nocturna. Pensé que podía ser normal por la edad, pero pregunté y me dijeron que necesitaba una máquina de apnea para dormir. He ganado mucha calidad de vida. Lo que quiero decir es que, además de la formación reglada, la sociedad debe hablar de muchas más cosas, sobre todo de las que nos dan vergüenza, porque hay mucha gente pasándolo mal con cosas solucionables. Luchemos por el bien común.

Este bien común es un tema recurrente en tus textos y tus charlas. Como docente, pones a disposición de la comunidad muchos materiales de ayuda y formación. ¿Todos podemos aportar más?

Es una decisión personal. El trabajo no me obliga a compartir cosas útiles para otras personas, pero sé que entre todos somos más. Mira, yo trabajo mucho, pero no me gusta hacerlo a lo tonto. Ojalá me hubiera encontrado yo ayuda de la que ahora pongo a disposición para otra gente. Si he escrito algo que puede ser útil, lo comparto. Yo me beneficio de mucho conocimiento que la gente ha cedido, se trata de cerrar un poco el círculo y seguir ayudando en cadena. Nos beneficiamos del saber colectivo. ¿Qué sería mejor si ganara dinero con ello? Bueno, es lo que hay… Necesitamos más redes de soporte y de ayuda.

¡Boom! ¿Cómo te has quedado? Javier se mete una vez más en el bolsillo al público con una demostración de ‘cacharrismo científico’ (créditos: Naukas/BZP).

¿Tienes una especial responsabilidad para con tus alumnos y alumnas?

Creo que sí. Como profesor puedo facilitar la toma de algunas decisiones, lo veo cada día con mis alumnas y alumnos. Es una responsabilidad profesional, pero también personal. Tenemos que explicar muchas cosas y, en el proceso, podemos avisar de ciertas cuestiones. Me gusta advertir a la gente joven de que en algún momento van a ofrecerles cosas poco éticas que otra gente lleva haciendo desde hace generaciones, y que tendrán que decidir: deben pensar si oponerse o no, entender los factores que influyen en la toma de decisiones…

Al final la vida, y el sistema, te van a poner a prueba. Te van a decir si quieres hacer una factura sin IVA, o si quieres meter la mano en la saca, etc. Hay que tener cuidado con lo que se hace: no es lo mismo morir por tu país que matar por él. Siempre se puede decidir y siempre se puede dar marcha atrás. Mira, hay un ejemplo que a veces les cuento a mis alumnos como experiencia personal: en su día me ofrecieron un trabajo para desarrollar un sistema de guiado de misiles. Dije que no. Muchos me dicen: “Qué gilipollas, yo lo habría cogido”. Es tu decisión, pero comprende lo que implica.

Un paso más en la decisión de ayudar a la gente es el activismo. En tu día a día, y se puede ver en tus redes sociales, muestras un perfil que llama a la movilización.

Creo que soy un poco activista de salón, de tuit, no mucho más. Igual parezco muy revolucionario, pero si yo soy un ejemplo, dónde está el listón… Me gusta dar un poco por saco, hasta ahí llego. Lo que tengo claro es que somos personas por encima de científicos o profesores. Hay una parte individual de tu vida, y otra común, en la que estamos todos involucrados. ¿Te puedes poner de perfil? Siempre ejercemos por acción o por omisión. Como te decía, en el caso que conozco, las personas que somos científicos, docentes y divulgadores tenemos unas influencias y una responsabilidad que no podemos olvidar.

Te he leído varias veces esta idea: “No me movilizo para hacer amigos o socializar, sino para encontrar soluciones que se traduzcan en resultados”.

Me da rabia que nos quedemos en los medios sin llegar al fin. En una manifestación el logro no es que haya muchas personas, sino que la movilización dé resultado y consiga cosas. Si yo me movilizo es para conseguir que no despidan a personas, que suban sueldos, que me den recursos… ¿Qué es mejor, protestar con una velada nocturna o con una huelga? Pues igual es mejor la huelga, o una acción que tenga más opciones de dar resultados. Yo creo que, según qué queramos, debemos buscar medios de presión adecuados. Si no, al final hacemos cosas como la que decían Faemino y Cansado: soltemos una jauría de perros rabiosos por la paz.

Si se trata de conseguir objetivos, de ser útil… ¿Qué piensas del utilitarismo en ciencia?

El conocimiento es una manera de florecer como ser humano, un proceso en el que influyen mucho las condiciones socioeconómicas. No acaba de gustarme el discurso utilitarista en ciencia, porque me parece un poco mentira de entrada. ¿Por qué has estudiado una u otra ciencia, si lo que quieres es sentirte realmente necesario? Si es así, ponte a recoger basura todos los días, porque eso es muy útil para la comunidad.

Muchos estudiamos una determinada carrera porque no gustar o nos atrae, aunque también creas que puedes ser útil a la gente. Hay muchas maneras de servir a la sociedad, pero algunas personas se pasan, por ejemplo, los días mirando por un microscopio, que quizá no sea la cosa más útil. Lo hacen porque les gusta, y está fenomenal tratar de servir a tu comunidad haciendo cosas que te gustan, pero entonces no me vendas siempre ese discurso totalmente utilitarista, que es un mal negocio si lo enfocas sólo como forma de vender un producto. Creo que los científicos estudian ciencia porque les gusta, más que por una vocación de servicio, y puede resultar paradójico que, para convencer a la gente de que estudie Ciencias, se use un discurso utilitarista que quizá no es el que movió al científico a llevar a cabo esa labor.

Hay una parte de enseñar que consiste en limpiar, en luchar contra lo preconcebido y romper mitos. Tenemos vicios que a veces pueden lastrar el conocimiento o llevarlo a lugares equivocados

¿Cómo encaja esto con la generación de vocaciones científicas?

Como sociedad necesitamos muchos perfiles laborales, también científicos, pero no se puede abordar todo desde el utilitarismo aunque la ciencia y su práctica sean útiles. ¿Utilitarismo para lograr vocaciones científicas? No me interesan tanto las vocaciones como la cultura científica de mi país. ¿Por qué hay que ganar vocaciones? Quizá si muchas carreras científicas no fueran tan complejas y con tantos visos de maltrato laboral no hacía falta seducir tanto a las personas para que las estudiaran.

¿Cómo llegas al mundo de la divulgación, que llevas compaginando con la enseñanza durante dos décadas décadas? 

Empiezo a divulgar en el año 2003. Por entonces llevaba ya tiempo dando clases y enseñando, y sabía que no se me daba mal acercar cosas complejas a la gente. Se me ocurrió escribir un libro, sin hablar con editoriales ni nada, y así nació ¿Por qué el cielo es azul? Traté de publicarlo y me lo rechazó todo el mundo: grandes editoriales, pequeñas, generalistas, especializadas… Llegué a traducirlo al inglés y todo, y a comprarme una cámara para ilustrarlo yo mismo. Cuando vi que no conseguía publicarlo tuve la idea de imprimir varios ejemplares y venderlos por correo. Justo entonces, gracias a un compañero del Instituto, Javier Sáez de Ibarra, que trabajaba en el mundo editorial, me descubrió Páginas de Espuma, donde tuve la suerte de conocer a Juan Casamayor y Encari Molina, que me editaron el libro. Fue una pasada porque vendí una barbaridad.

Como buena parte de la comunidad divulgadora, escribes libros, pero también estás en redes sociales, das charlas… ¿Cuál es el canal que prefieres para divulgar?

Soy bastante anárquico en mi forma de divulgar, así que creo que cualquier consejo mío al respecto debe ser desoído. Escribí un libro porque me dio la gana, por las bravas; abrí un blog porque otras personas lo tenían y pensé que era buena idea; entré tarde en Twitter y no sé si lo hago bien porque soy muy peleón; tengo muchos vídeos en mi canal de Youtube porque he hecho muchos tutoriales… No sé si soy efectivo, voy por donde me surge y, por ejemplo, las últimas cosas que he hecho son un cómic, una novela y una obra de teatro… Me muevo por deseos personales, por las cosas que me apetecen y por lo que veo alrededor.

Si quisiera ser efectivo quizá no habría escrito un libro sobre un pene filosófico que toma conciencia de sí mismo, algunas personas me advirtieron de que no era una gran idea… Para mí el motor de la escritura es que veo cosas que creo que no se dicen bien, que no se dicen lo suficiente, o que no se dicen como querría decirlas yo, y me pongo a ello. Por suerte, siempre me encuentro con gente que agradece lo que hago.

«Te he dejado alucinando, y lo sabes». Javier interpela al público en una de sus charlas divulgativas (créditos: Naukas/BZP).

 

Llevas más de una década, casi desde sus inicios, colaborando con Naukas. ¿Cómo llegaste a esta ‘familia’? ¿Qué significa para ti?

Entré en Naukas porque conocía a gente del entorno de la blogosfera, y algunos se juntaros en Amazings [la semilla de la que surgió y evolucionó Naukas]. Me hizo de padrino Sergio Palacios, gran divulgador y muy buen amigo. Estar en Naukas me ha permitido conocer muchísima gente, relacionarme con muchas personas, hermanarme con personas muy buenas, tener acceso a conocimiento, crecer en mi faceta científica, ganar visibilidad en mi trabajo… He aprendido mucho, he ganado amistades y me ha venido bien para mi trabajo. Es una red estupenda.

Una de tus actividades más conocidas es el cacharrismo científico. ¿Qué es?

Todo empezó porque mis primeros libros los escribí a base de preguntas y respuestas, y cuando los presentaba en público hacía algunos pequeños experimentos, algunas ocurrencias para demostrar cómo funcionaban ciertas cosas. Lo que llamo ‘cacharrismo científico’ es mi toque: trato de explicar cosas que parecen inexplicables pero que son fácilmente demostrables, y lo hago cogiendo cosas de casa y haciendo experimentos en directo. Me gusta coger cosas normales y hacer con ellas cosas raras, porque ayuda a romper esquemas y llama mucho la atención. De lo cotidiano no te esperas lo imposible. Si yo te presento una máquina enorme y complicada te esperas cualquier cosa, hasta que vuele a la luna. Pero si te pongo delante un pepinillo, lo enchufo a la corriente eléctrica y empieza a brillar, te sorprendo y te dejo pensando “pero qué es esto”. No te llama la atención que una bombilla brille, pero sí que lo haga un pepinillo.

¿Utilizar lo sencillo para explicar cosas que parecen complejas?

Fenómenos cotidianos, y raros, pueden explicar principios fundamentales de la Física y cómo funciona el mundo. No me interesa sólo la sorpresa, sino la transformación de la persona que mira, hacer que entienda algo con cierta profundidad después de romperle los esquemas. Trato de explicar cosas que parecen inexplicables pero que son fácilmente demostrables, como demostrar que puedes hacer una corriente con un líquido dentro de otro líquido sin que ambos se mezclen, como pasa con las corrientes marinas que usan las tortugas en Buscando a Nemo. Es ir un poco más allá, llegar más lejos, permitir que las personas hagan esos experimentos en casa, que es donde mejor se hacen las cosas porque se puede ver que funcionan en nuestro propio entorno, y ahí es donde yo quiero llegar. En tu casa puedes hacer tuya la ciencia y la tecnología, con tus cosas y en tu entorno. No es sólo que veas a un señor haciéndolo, sino que puedes replicarlo en tu habitación.

La pseudociencia nos hace menos libres y, en el caso de las pseudoterapias, son un peligro para la salud pública

Tienes un libro que se llama ‘Putos guays’. ¿Vivimos rodeados de gente así?

Habla de la falta de empatía para con los demás, ese egoísmo de baja intensidad que me da mucho por saco. El libro surgió casi como una broma. Llevaba meses cruzándome con guays y tenía que exorcizarme, soltarlo, y lo hice escribiendo un libro. Es una crítica social con humor, lo llamo el libro de las micromiserias. Son pequeñas miserias que hacen la vida un poco peor, que busca poner ejemplos para ser un poco más amables. Estas micromiserias se dan en todos los ámbitos, porque todos somos putos guays de vez en cuando: el profe guay, el vendedor guay, el padre guay, el científico guay… Casi no se saca beneficio de las micromiserias, y apenas cuesta ser más amables.

Otro término que has popularizado es ‘tecnolerdos’. ¿Nos define como usuarios de tecnología?

Todos somos tecnolerdos. Utilizar este término surgió a raíz de una entrada que hice en el blog de Naukas. La tecnología es algo que nos limita a todos porque a veces sentimos que está en contra nuestra, que las cosas se inventan para fastidiar, cuando nunca es así: la tecnología siempre llega para intentar ayudar. Se trata de cosas entendibles, desarrolladas por personas, que pueden explicarse y entenderse. Muchas veces los problemas ya están resueltos y la tecnología nos brinda la solución, pero hay que entenderla y saber encontrar las respuestas. Con la tecnología podemos ayudar a la gente a ahorrar mucho tiempo y esfuerzos, porque lo normal es que no seamos pioneros en nada y nos ayudemos con el trabajo que otras personas ya han hecho.

En una de tus últimas charlas en Naukas (en Valladolid) hablas sobre la inteligencia artificial (IA), uno de los avances tecnológicos del siglo. ¿Qué te interesa más sobre su evolución?

No soy experto en IA, pero alguna cosa sé por formación, conocimientos de matemáticas, redes neuronales, tecnología… Me interesa la relación de las tecnologías con las personas, es para lo que me debo con mis alumnos. ¿En qué posición nos deja como personas y sociedad? Hay dos aspectos principales, el individual y el político. A nivel político necesitamos auditoría pública, lo dice Helena Matute, algo que funcionó con el software libre. Hay que regular. A nivel personal creo que hay que matar el mensaje individualista y explicar que solos no podemos, que necesitamos de lo común. El conocimiento no puede quedar en la propia IA: debemos saber utilizarlo porque lo que nos transforma y nos hace crecer es el viaje. Si antes me daba igual que el Quijote estuviera en la estantería si nadie lo leía, ahora me da igual que la IA genere mucha información si no logramos acceder a él y transformarlo en conocimiento. Es la vivencia de adquisición de conocimiento el que te permite transformarme, como explico en mi libro El viaje del conocimiento.

La IA puede hacer muchas cosas, pero yo debo entenderlas y aprovecharlas, saber los conceptos que la hacen trabajar. Cada uno debe pensarlo y comprobarlo, hay que ver qué perdemos y qué ganamos utilizando la IA. Depende de si es una ayuda para caminar o una silla de ruedas que te atrofia las piernas. La máquina sabe cómo resolver un problema, pero ¿lo sabes tú? El viaje de la mente no puede perder valor con la IA. Salvaguardemos ese viaje para garantizar nuestro crecimiento personal.

 

NOTA FINAL: Esta entrevista, realizada por el periodista José A. Plaza, forma parte de una serie de conversaciones-entrevistas con divulgadores y divulgadoras de la ciencia. Antes de ésta se han publicado las siguientes entrevistas:



Por José Antonio Plaza, publicado el 5 enero, 2024
Categoría(s): Entrevistas Naukas